Basada en la obra teatral de Dias Gomes, "El Pagador de Promesas" fue llevado al cine por Anselmo Duarte y recibió la Palma de oro en Cannes, en 1962. El film, está tratado en base a lo mejor del neorrealismo italiano, con una buena fotografía en blanco y negro y un excelente movimiento de actores. Además de la integración de las raíces afrobrasileñas, expresadas en el sincretismo de sus creencias religiosas, su vestimenta y su música, probablemente el país que mejor utilizó, amplió y renovó esas raíces. José, un campesino del estado de Bahía, Brasil, para salvar la vida de alguien, le hace la promesa a Yansá (Santa Bárbara), de cargar una cruz tan pesada como la de Cristo y recorrer las 7 leguas que separan su finca de la iglesia de la santa, en la ciudad de Salvador. A pagar la promesa lo acompaña en su recorrido, Rosa, su mujer. A primera vista pareciera que este film de Anselmo Duarte fuera una denuncia de intransigencia religiosa. En realidad es un film de la intransigencia del hombre para con el hombre y un reflejo de la lucha, que se estaba librando en esos momentos en toda Latinoamérica tratando de encontrar un nuevo modelo político-social que resolviera los urgentes problemas que hasta la fecha nos aquejan. Puesto que es tan intransigente el cura que no permite que el pobre campesino cumpla a cabalidad su promesa, como el periodista que no respetando el pensamiento del campesino, pone en su boca, palabras que no ha expresado y lo convierte en un agitador de masas, en un hombre que pregona la reforma agraria, y la revolución, interpretando a su gusto y antojo las palabras simples de José. Intransigentes son las autoridades civiles y militares, al crear una barrera que no permite la solución de la promesa del campesino, sino que lo convierten en un problema político. El comerciante, que sólo quiere sacar provecho económico de la situación del campesino. El “Chulo”, que además de apropiarse sexualmente de la mujer de José, lo utiliza también para sus propios fines. Es una historia de intransigencia, egoísmo, traición y miserias humanas. Es un extraordinario retrato del latinoamericano, descrito de una manera trascendental. Es imposible que cada uno de nosotros no nos encontremos en cualquiera de los personajes, ni que las situaciones que presenciamos en el film no nos recuerden otras que hayamos vivido. Que lástima que no quisimos comprender, en los años sesenta, el mensaje de la obra de Dias Gomes. No pudimos apreciar, ni difundir debidamente esta película, porque su contenido es una gran lección de humildad y humanidad. Adelantándose a errores históricos que cometieron nuestros gobiernos de turno, así como también las “revoluciones” respectivas. Los problemas de José los seguimos viviendo a diario, nosotros. (El Madroñal, septiembre 24 de 2004)
FA 4245
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