Harry, el sucio
En 1971, después de que
Sinatra estuvo a punto de protagonizar la película, imponiendo el nombre de Irvin Kershner (‘El imperio contraataca’) como director, pero la cosa no cuajó. Newman no estaba de acuerdo ideológicamente con el personaje de Harry Callahan, y puso diversas excusas para no darle vida, y en cierto instante sugirió el nombre de Clint Eastwood, que en aquel momento se encontraba enfrascado en el rodaje de ‘Escalofrío en la noche’. Eastwood era tan perfecto para el personaje, que a
Un guión en el que aparecen acreditados los autores de la novela, y también Dean Riesner, colaborador de Eastwood y Siegel en aquellos fructíferos años (suyos son los libretos de ‘Escalofrío en la noche’ o ‘La gran estafa’, fabuloso film de Siegel). Pero en el mismo también intervinieron, aunque no aparezcan acreditados, John Milius y Terrence Malick, dos futuros directores en las antípodas de Siegel. Del primero se conservó la famosa frase (en el siguiente vídeo) que con el paso de los años se ha convertido en todo un referente, aunque en un primer guión era algo diferente. De Malick no se sabe muy bien que se conservó, pero cuando Eastwood sugirió más escenas de acción, es fácil pensar por dónde iban los tiros, nunca mejor dicho.
‘Harry el sucio’ se estrenó en el momento adecuado. La administración Nixon, Vietnam, y las crecientes oleadas de crímenes en los USA alcanzaban unos niveles impensables. El pueblo americano estaba harto, y Harry Callahan representaba la voz de todos ellos. Por fin, en una película se ponían sobre la mesa los derechos de las víctimas a manos de desalmados asesinos. El Inspector Callahan administra justicia y asegura que si la ley deja escapar a un asesino por una argucia entonces la ley está equivocada. Muchos vieron en esta película un mensaje fascista que glorificaba el cuerpo policial, justificando el uso de métodos poco ortodoxos, sobrepasando el abuso de poder, para hacer cumplir la ley. Tanto Eastwood como Siegel rechazaron de pleno estas lecturas. Y es que hay que ser muy cegato para ver en ‘Harry el sucio’ interpretaciones que sí tenían imitaciones posteriores del film, como la flojísima (y muy peligrosa ideológicamente) ‘El justiciero de la ciudad’.
‘Harry el sucio’ es el retrato de un individualista, algo parecido a lo que King Vidor realizó con Gary Cooper en ‘El manantial’, pero en contextos muy diferentes. Callahan desea cumplir la ley, no soporta que los malvados se salgan con la suya beneficiándose de los fallos del sistema judicial. Lo irónico del asunto es que para hacer cumplir la ley, hay que sobrepasarla, lo cual demuestra que ésta no funciona. El film está centrado en la investigación de Callahan en busca de un asesino llamado Scorpio, que ha amenazado matar a una persona al día si no se le entrega una gran cantidad de dinero. Mientras el alcalde prefiere aceptar las demandas del delincuente, Callahan insiste una y otra vez que no se pueden doblegar ante un don nadie que se ha vuelto loco y le da por matar personas a diestro y siniestro.
Callahan es un hombre huraño y solitario. Sus métodos están desaprobados por prácticamente todo el que le rodea. Es viudo, y normalmente el culpable de que sus compañeros fallezcan en el intento de hacer cumplir la ley. Lo sabe muy bien, pero también sabe que el sistema está podrido, que la ley actúa con retraso y mal. Le suelen encargar los trabajos más asquerosos (de ahí su apodo) y apenas tiene amigos. Pero nada de esto le convierte en un fascista, y hay en el guión algunos elementos inteligentemente insertados que contradicen esa visión tan simple de este gran personaje. En cierta secuencia en la que Callahan persigue a un sospechoso, se sube a unos cubos de basura para ver lo que aquél hace en el interior de una casa, y que no es otra cosa que tener un encuentro sexual con una mujer. De repente, Harry es golpeado por cuatro hombres que lo acusan de voyeur, y es socorrido por su compañero que se dispone a detener a los cuatro individuos; pero Harry es muy consciente de que todo es producto de una equivocación y deja marchar a los que hace nada le pegan patadas y puñetazos.
Clint Eastwood contribuyó con su fuerte carisma a construir un personaje que se convertiría en todo un icono; y con la cámara de Siegel lograron un thriller ejemplar de fuerte contenido violento, y con un crescendo dramático pocas veces conseguido en el género. El montaje del film es primordial para ello, y Garl Pingitore cumplió los deseos de Siegel alcanzando la perfección. El que también había sido montador de ‘El seductor’ y ‘Escalofrío en la noche’ (curiosamente no volvería a trabajar ni con Eastwood ni con Siegel, retirándose de la profesión pocos años después de la realización de ‘Harry el sucio’), logra instantes tan poderosos como toda la larga secuencia del autobús en el tramo final de la película. La cámara de Siegel, colocada en los lugares más impensables, y el material editado, logran una tensión difícil de aguantar, que tiene su clímax en el antológico final, inspirado en parte en ‘Sólo ante el peligro’, en el que Cooper tiene un gesto que Callahan repite aquí.
El binomio Eastwood/Siegel nos dio tres obras maestras imperecederas: ‘El seductor’, la presente y ‘Fuga de Alcatraz’ (de la que hablaremos en su momento). ‘Harry el sucio’ es en la que se nota más la futura influencia de Siegel sobre el cine de Eastwood director. Su puesta en escena, el uso de un adecuado ritmo, gratuidad cero (aún tratándose de un film policíaco), personajes que respiran verdad, y pocas concesiones al espectador (que Callahan termine con el delincuente de la forma en la que lo hace no es precisamente un final feliz y complaciente, pues con ello, y su gesto tirando la placa a la bahía, renuncia a ser policía, dejando definitivamente de creer en el sistema) emparejan las maneras de Siegel con las de Eastwood. Incluso el actor llegó a dirigir dos secuencias de ‘Harry el sucio’: la nocturna en la que se encuentra con un gay en un parque, y aquella en la que impide que un suicida se tire desde un edificio, que también transcurre de noche. Siegel se encontraba enfermo y confiaba de lleno en Eastwood para filmar ambas secuencias, las cuales terminó mucho antes de lo programado, algo que repetiría a lo largo y ancho de su carrera como realizador.
Si la implicación de Clint Eastwood en el proyecto (tanto como productor como actor) fue determinante para el resultado del mismo, podríamos decir lo mismo de su antagonista en pantalla, Andy Robinson, que sencillamente borda uno de los psicópatas más célebres de la historia del cine. Robinson se hizo con un personaje que, en un principio debía interpretar Audie Murphy (el cual lo rechazó por lo violento que era), después de que Eastwood se fijase en él en una obra de Broadway. Cuando Siegel le vio, sentenció que era el Scorpio perfecto, su rostro, normal y corriente, era lo que andaban buscando. Alguien que podría ser nuestro vecino, con apariencia de niño inocente perteneciente a un coro (palabras del propio Siegel), hacía mucho más temible el personaje. A ello se añadió además un pequeño, pero muy significativo, detalle; Robinson era pacifista, odiaba las armas, y cuando en la película tuvo que disparar varias veces, apenas podía soportarlo, por lo que, cada vez que lo hacía cerraba los ojos. El efecto es inmejorable, y ayuda a vestir psicológicamente a Scorpio.
En el siguiente vídeo puede verse (sólo en los primeros minutos del mismo) algo que rara vez se ve en el cine de acción: el uso de un travelling como elemento emocional. Tras una persecución a pie, Callahan dispara a Scorpio en una pierna ya herida, para que éste caiga. Una vez a su lado, le obliga a decir donde tiene una chica secuestrada que puede morir. Scorpio sólo grita aludiendo a sus derechos legales; Callahan le tortura pisándole su pierna herida, mientras Siegel se aleja con un movimiento de cámara aislando a sus dos personajes del mundo. El momento posee una violencia indescriptible, y el espectador se libera a través de ese travelling, no queriendo saber nada de lo que ocurre ahí. Pero el siguiente plano es el rescate de una chica, violada y asesinada, de un lugar en el que su sufrimiento fue mucho mayor del que padeció Scorpio. ¿Justifica la violencia la película? No. Simplemente la muestra, y también sus consecuencias. Y nos estampa la triste realidad en nuestras caras: en este asqueroso mundo hay gente con la que no se puede razonar.
Clint Eastwood ya era una estrella, pero ‘Harry el sucio’ elevó su fama hasta donde pocos actores han llegado. Su éxito provocó que
Servidor no recuerda un film relativamente reciente, perteneciente al género, que me haya dejado clavado a la butaca como ‘Harry el sucio’ lo logra. Será por la impecable labor de Siegel, por la fuerte personalidad de Eastwood, por lo convincente que está Andy Robinson, o por lo efectiva que resulta la música de Lalo Schifrin, pero si el CINE (así con mayúsculas) se hizo para disfrutar al máximo, ‘Harry el sucio’ es la prueba latente de ello. Lo dicho, una obra maestra.
FA 4168
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