sábado, 2 de julio de 2011

John Carpenter - The thing (1982)

¿por qué no nos quedamos, tú y yo, aquí sentados… a ver qué pasa?

por Atreus.

thething-794413.jpgEn una estación científica americana situada en la mismísima Antártida, un variado equipo de científicos deberá enfrentarse a la amenaza de un ente alienígena que no tiene forma definida y que, por medio del contagio, puede adoptar la de cualquier ser vivo. La película comienza situándonos en medio de un paisaje antártico, al son de la extraña música de Ennio Morricone, quien con teclados electrónicos y un ritmo “ostinato” de bajo construye un tema principal tan sencillo como sugerente y misterioso, muy en la línea del John Carpenter compositor. Un perro es perseguido a tiro limpio y de manera desesperada por un helicóptero. La intriga nos envuelve cada vez más y más. ¿Qué está pasando?

Todavía recuerdo vivamente cómo en mi tierna infancia acabé por crear un halo de admiración y respeto en torno a esta película. Si un producto de estas características fue capaz de embobar, hasta las tantas de la madrugada y aunque sólo fuera hasta los dos tercios de su metraje, a venerables miembros de mi familia como mi abuela, mi tía abuela e incluso mi bisabuela, durante un añejo pase televisivo que recuerdo borrosamente, sería por algo. Posteriormente pude re-descubrirla gracias a mi tío (a quien dedico esta reseña), y ya nada volvió a ser lo mismo. Se convirtió en una de mis películas favoritas, y en una de las historias que más me hubiera gustado haber escrito.

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El film es una adaptación del relato de John W. Campbell Who Goes There?, que ya había tenido una primera adaptación menos fiel en el clásico de 1952The Thing (titulada aquí El Enigma de Otro Mundo), film que por cuestiones relacionadas con su época fue concebido como un discurso parabólico acerca del “McCarthismo”, y cuya realización corrió por parte de Christian Nyby… aunque leyendas urbanas la atribuyen a su productor, el mismísimo Howard Hawks.

Volviendo al filme que nos ocupa, se trata por motivos ampliamente reconocidos de la obra maestra de John Carpenter, y una de las cumbres de ese curioso sub-género fílmico resultante de la mezcla entre el terror y la ciencia-ficción. Pese a ser hoy un clásico de culto, fue en su día vilipendiada tanto por la crítica como por el público, no sólo debido a lo esplícito de sus sangrientas secuencias, sino porque ese mismo año, el mundo entero había caido rendido ante los encantamientos de un peliculón situado completamente en el polo opuesto: E.T. El Extraterrestre, de Spielberg. Pero ya sabemos, por experiencia, que el tiempo acaba poniéndolo todo en su lugar.

En La Cosa volvemos, una vez más, al concepto del Western, viva constantecarpenter.jpgde casi toda la filmografía del Maestro Carpenter, que bebe especialmente de clásicos de Ford y de Hawks, y de los que adquiere uno de los conceptos base que más repetirá en multitud de filmes: el del grupo de personajes amenazados por una fuerza hostil exterior que se ven forzados a sobrevivir en un ambiente cerrado. Pero la vuelta de tuerca a este concepto es que ahora, en el caso que nos atañe… la amenaza no yace en el exterior sino entre ellos mismos, lo cual da pie a un mayor estudio del comportamiento humano, de la paranoia creciente y de las desconfianzas entre unos y otros ante situaciones tan extremas.

El guión, firmado por Bill Lancaster, ya era en su tiempo una muestra de valentía y lo sigue siendo en la actualidad, por fundamentar una buena parte de la tensión en dejar al espectador con la incógnita de lo que está sucediendo, dosificando la información y aportando tan sólo la justa en los momentos justos y manteniendo siempre la sombra de la duda, de forma que estimule al espectador a rellenar los huecos vacíos con su propia imaginación (y pocas cosas son más disfrutables en el cine o la literatura que ello), así como por tener uno de los finales más misteriosos y valientes de la historia del cine. Un guión que se cimienta en una estructura de secuencias estudiada al milímetro, y que Carpenter expresa visualmente con un ritmo “in crescendo” que funciona como el mecanismo de un reloj. Es decir, artesanía por ambas partes y con un equilibrio admirable.

En esta historia tenemos de todo, desde referencias comunes al cine deCronenberg y su concepto de la “Nueva Carne” hasta múltiples paralelismos argumentales con Alien, de Ridley Scott (1979), así como con la obra literaria del gran H.P. Lovecraft, especialmente su célebre relato En las Montañas de la Locura. Carpenter y Lancaster amalgaman por un lado lo mejor del terror visceral con las sorprendentes revelaciones del intruso alienígena, y por el otro, lo mejor del terror psicológico y sugestivo gracias a un clima progresivamente inquietante y dificil de soportar. De hecho, es probable que lo más admirable de La Cosa sea el rotundo éxito que consigue al equilibrar, en perfecta armonía, dos conceptos a priori tan antagónicos como son lo explícito y lo sugestivo; cómo consigue enseñar tanto sin tapujos y, al mismo tiempo, invocar tan poderosamente a la imaginación del espectador gracias a la sugestión.

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Kurt Russell, actor admirado en Peliculeros.

Tal suma de talentos deja en el recuerdo muchas secuencias, pero especialmente la más antológica: aquella en que el protagonista principal, MacReady (un Kurt Russell sublime, al frente de un elenco poco conocido pero igual de efectivo), debe analizar la sangre de sus compañeros, y en la que la tensión creada es tan palpable que se podría cortar en el aire com un cuchillo. ¿Cuántos realizadores actuales, al margen de Robert Zemekis (ej: la secuencia de la bañera en What Lies Beneath) y Steven Spielberg (ej: la primera media hora de La Guerra de los Mundos), poseerían el suficiente dominio del pulso narrativo como para crear un clima con tanta tensión por medio de meros planos montados y proyectados en una pantalla? Con toda seguridad que muy pocos. Es en esta película, en La Cosa, donde el Maestro Carpenter mejor consigue mantener agarrado al espectador, poniendo todos sus esfuerzos en su impagable tarea de narrador audiovisual. Y por si fuera poco, mostrando un gran gusto visual en los encuadres y un fantástico aprovechamiento del Scope, que dotan a la película de una planificación elegantísima.

Pero otro de los aspectos por los que este film más destaca y es recordado es, sin duda, por los artesanales efectos especiales creados por el gran Rob Bottin. En una época en la que los efectos digitales computerizados eran tan sólo una quimera y el equipo se veía con ciertas limitaciones presupuestarias, este hombre, que por aquel entonces no era más que un joven de 23 años, logró sacar de la manga las más informes y “lovecraftianas” criaturas de nuestras peores pesadillas, con una imaginación y un acabado desbordantes. Fotografiados de forma sugerente por el habitual de Carpenter, Dean Cundey, los efectos de la película, sangrientos, viscerales, cárnicos, pesadillescos, pero totalmente justificados a las necesidades de la película, son tan perfectos que precisamente por eso, por ser tan artesanales y tan, en cierto modo, físicos y “tangibles”, consiguen aterrorizar y revolver más estómagos que cualquier creación digital de nuestros días. Sin duda, se trata de uno de los trabajos más redondos creados para el cine.

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La Cosa es una muestra de mano maestra en todas sus vertientes que, además, consigue aterrorizar.

FA 4176

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