Esto es Inglaterra, estas son sus credenciales. Una manera de entender el género absolutamente inimitable.
Perfecto ejemplo del “thriller” tal y como se entiende en las islas y en muchos aspectos el formón del género: sordidez ambiental, violencia restallante, cutrez y anti-glamour.
En compensación a una dura trama de cintas pornográficas y gangsters de 2ª división pródiga en sexo puerco y asesinatos sin miramiento alguno, Caine crea un personaje icónico que es la esencia del “cool”, como el “Bullit” de McQueen, “Le samuraï” “melvilliano” de Delon o su propio Harry Palmer (además de haber conocido un fardona versión “blackexploitation” titulada “Hit Man“), que acaba por crear una especie de distorsión entre la presencia sofisticada del actor y el ambiente cochambroso que le rodea, un efecto que quizás sea lo mejor de toda la
Violentísima, carismática, magníficamente ambientada, a veces desmañada pero siempre enérgica, con una perfecta captación de un clima de deprimente miseria moral a juego con el aspecto sucio y destartalado de la fotografía, supone el mejor intento de Mike Hodges, un director muy irregular que alterna cosa tan interesantes como la extrañísima “El hombre terminal” adaptando a Crichton o la magnífica e injustamente desconocida “Croupier” con ridiculeces del tamaño de “Flash Gordon” o “Historias peligrosas” una memez coyuntural y metalingüística también con Michael Caine encabezando el reparto. Aquí acierta por completo apurando un ritmo en aumento que evoluciona desde el mortecino inicio (perfecto para reflejar el desagrado que los ambientes producen al protagonista) hasta el brutal tercio final y deja un puñado de momentos memorables por el camino, desde la persecución en el aparcamiento, hasta el estilizado final, pasando por las contundentes ejecuciones con parada en ese apuñalamiento gratuito que puntea las palabras con las que interroga a un pobre tipo arrodillado. Y sobre todo la ya legendaria escena de Carter/Caine saliendo en pelotas a la calle portando un escopetón con el que amedrenta a unos matoncetes que no saben con quien se están metiendo.
Un film fundacional que sirve además para comprobar donde estaban los estándares y la permisividad del cine de los 70 con respecto a la crueldad, la perversidad, y sobre todo a la libertad creativa y la posibilidad de mostrar personajes amorales que se comporten como auténticos hijos de puta sin ninguna necesidad de justificación más allá de la propia película y el mundo que esta crea. (Esbilla Cinematogràfica Popular)
Perfecto ejemplo del “thriller” tal y como se entiende en las islas y en muchos aspectos el formón del género: sordidez ambiental, violencia restallante, cutrez y anti-glamour.
En compensación a una dura trama de cintas pornográficas y gangsters de 2ª división pródiga en sexo puerco y asesinatos sin miramiento alguno, Caine crea un personaje icónico que es la esencia del “cool”, como el “Bullit” de McQueen, “Le samuraï” “melvilliano” de Delon o su propio Harry Palmer (además de haber conocido un fardona versión “blackexploitation” titulada “Hit Man“), que acaba por crear una especie de distorsión entre la presencia sofisticada del actor y el ambiente cochambroso que le rodea, un efecto que quizás sea lo mejor de toda la
Violentísima, carismática, magníficamente ambientada, a veces desmañada pero siempre enérgica, con una perfecta captación de un clima de deprimente miseria moral a juego con el aspecto sucio y destartalado de la fotografía, supone el mejor intento de Mike Hodges, un director muy irregular que alterna cosa tan interesantes como la extrañísima “El hombre terminal” adaptando a Crichton o la magnífica e injustamente desconocida “Croupier” con ridiculeces del tamaño de “Flash Gordon” o “Historias peligrosas” una memez coyuntural y metalingüística también con Michael Caine encabezando el reparto. Aquí acierta por completo apurando un ritmo en aumento que evoluciona desde el mortecino inicio (perfecto para reflejar el desagrado que los ambientes producen al protagonista) hasta el brutal tercio final y deja un puñado de momentos memorables por el camino, desde la persecución en el aparcamiento, hasta el estilizado final, pasando por las contundentes ejecuciones con parada en ese apuñalamiento gratuito que puntea las palabras con las que interroga a un pobre tipo arrodillado. Y sobre todo la ya legendaria escena de Carter/Caine saliendo en pelotas a la calle portando un escopetón con el que amedrenta a unos matoncetes que no saben con quien se están metiendo.
Un film fundacional que sirve además para comprobar donde estaban los estándares y la permisividad del cine de los 70 con respecto a la crueldad, la perversidad, y sobre todo a la libertad creativa y la posibilidad de mostrar personajes amorales que se comporten como auténticos hijos de puta sin ninguna necesidad de justificación más allá de la propia película y el mundo que esta crea. (Esbilla Cinematogràfica Popular)
"Nosotros mantuvimos el nivel de violencia muy bajo. He visto tantas pelìculas que son una suerte de pornografìa de la violencia, o sino sòlo triturar y golpear una y otra vez a la gente. La idea fue mostrar que en la vida real los dientes que vuelan tras los golpes se quedan dentro de la boca y que un solo embate de un puñal puede abrirle el corazòn a cualquiera." Michael Caine
FA 4272
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