viernes, 1 de julio de 2011

Tony Scott - True Romance (1993)


El joven y solitario Clarence (Christian Slater) está celebrando su cumpleaños como siempre lo hace, viendo películas de kung-fu en un destartalado cine de Detroit, cuando una rubia explosiva, Alabama (Patricia Arquette), hace su entrada en la sala derramando sus palomitas sobre él.
En este guión Tarantino da rienda suelta a todas las influencias cinematográficas que le han marcado. La película de Tony Scott toma como modelo al film Malas tierras de Terrence Malick, dónde del mismo modo que ocurre en el filme comentado se nos presenta una historia de amor llena de dificultades, fuertemente marcada por un contexto de violencia extrema. Las constantes referencias a las películas de Malick traspasan la propia trama, ya que des del primer momento se nos introduce la historia con tres elementos típicamente de Malick. La película empieza con unas imágenes desoladoras de una urbe industrial y deprimida, tal y como empezaba Malick en su estupenda película “Días de cielo”. Al igual que en las dos películas de Malick anteriormente citadas, el filme de Scott empieza narrándose con una voz en off femenina. Toda esta secuencia esta barnizada por una hermosa composición musical de Hans Zimmer, siguiendo casi a la exactitud la canción de Carl Orff utilizada en Malas Tierras. La historia de Mala tierras se cuenta a partir del genero road-movie, y los personajes tienen que huir después de cometer un asesinato. Todo esto también ocurre en Amor a Quemarropa, la diferencia esta en que la historia se sitúa en un contexto más contemporáneo, y que quién los persigue son unos gángsteres, personajes inevitables en cualquier film tarantiniano. Hay un momento en que el protagonista, interpretado por Christian Slater tiene más de una similitud con el personaje Travis Bickle en Taxi Driver. Comparten vestuario, estilo y motivo. Por último la película bebe mucho de los filmes de acción made in Hong Kong, y en especial de John Woo. La obra de referencia es The Killer, sobretodo para rodar las escenas de acción. En la secuencia final hay un momento donde muchos personajes de índole diversa se apuntan entre ellos creando con ello una gran tensión, parecido a una secuencia de Reservoir Dogs. A lo largo del filme se pueden apreciar las influencias que han marcado la obra de Tarantino con tan solo apreciar las películas que miran los personajes por la televisión. Y por el tipo de cine que ama el personaje de Christian Slater, el cine Kung-Fu. Él frecuenta el cine para ver películas de Sony Chiba, actor utilizado en Kill Bill a modo de homenaje. Mención aparte se merece la creación de los personajes, su sensacional reparto y sus impresionantes interpretaciones. Hay que alabar la magistral secuencia entre Christopher Walken y Dennis Hopper, donde el primero de ellos sobresale con maestría propia, dotando a un personaje de poco metraje de un recuerdo para el espectador de difícil olvido. En definitiva el filme logra explicar una bonita historia de amor que tiene que sobrevivir a la persecución de unos gángsteres por culpa de una casualidad. Toda este esquema clásico se mezcla con toques tarantinianos, con una violencia visceral y con ciertas influencias comentadas que dotan a la película de un aire diferente logrando subir el nivel global. (Bickle de Filmaffinity)Clarence empieza su vida en un bar de mala muerte, intentando ligar gracias a Elvis. Pero que friki eres Clarence. Ella, una veterana de los tugurios, es incapaz de captar su pasión por El Rey. ¿Cuánto años tendrá Clarecence? Demasiados para ser dependiente de una tienda de cómics. Demasiados para seguir viendo un ciclo de películas de Kung-Fu el día de su cumpleaños. Solos él y Sonny Chiba. Al margen del mundo… Pero que friki eres Clarence.Alabama se cruza en su vida como por accidente. Le tira encima un paquete de palomitas. Le da conversación. Ve con él sus películas. Es guapa. Hablan de las estupideces de las que es divertido hablar. Comen pastel en una cafetería de madrugada. Le acompaña a ver la tienda de tebeos en la que trabaja. Escucha fascinada las historias que le cuenta. Hacen el amor y ella se escapa de la cama. Sentada en el quicio de la ventana le confiesa que es puta, un regalo de cumpleaños de su jefe. Resulta que se ha enamorado de él en sólo una noche y le jura que en una relación siempre es “cien por cien monógama”. Él sonríe. Es el mejor regalo de cumpleaños que le han hecho en su vida. Todavía se me pone la carne de gallina cuando pienso en esos 10 minutos.
Que me perdonen sus fieles. Tarantino jamás ha vuelto a escribir nada con tanta magia como ese comienzo. Y dudo que él mismo hubiese sido capaz de rodarlo mejor. Un bar fluorescente. Un cine oscuro, con humo de tabaco, de barrio. Una cafetería tirando a azul, como toda la noche, azul ciudad. Una tienda de cómic de neón. Una ventana, un gigantesco cartel de tabaco. Dos mantas y un vestido rojo. El hermano pobre de los Scott, Tony, sabe crear el clima. Christian Slater jamás encontró un papel que se ajustase tan suavemente a su eterno despiste vital, a su chulería pasada de moda. Patricia Arquette representa a la perfección el mito de la prostituta de buen corazón. Estaba destinada a que el mundo le diese de ostias, pero ahora le ha salido un protector. Ella le da el amor que él nunca debería haber encontrado. Él será el escudo que la defienda de toda la mierda del mundo. No es un pacto. Es mucho más natural. Es una simbiosis.
Clarence y Alabama sólo pueden vivir de una forma: con los ojos cerrados, sin pararse a pensar. Todo es demasiado raro como para que pueda salir bien. Pisan el acelerador a fondo y Clarence, héroe de cómic trasplantado a la vida real, decide recuperar las pertenencias de su amada, retenidas en la casa de su antiguo chulo. Drexl, menudo cabrón. Las cosas se complican. “Es mejor tener una pistola y no necesitarla que necesitarla y no tenerla”. Hay muertos y un error con la maleta. No está la ropa de ella, pero sí un montón de droga. De esa que se puede vender de una sola tacada para comprar la paz, que no la felicidad. Pisan más a fondo el acelerador, cierran aun más fuerte los ojos. Hacen el amor en una cabina de teléfonos y Scott sigue grabando todo su romance con frenesí, con música rock, con la alargada sombra de Elvis guiando al friki de Clarence.A Tarantino le cuesta escribir guiones en los que las partes no se acaben imponiendo al conjunto. Le pasó en Pulp Fiction; volvió a pecar en Kill Bill y Death Prof; y la costumbre es mucho más evidente en Malditos Bastardos. Aquí, esas estrellas fugaces tienen nombres propios. Dennis Hopper, Christopher Walken y James Galdonfini. Tres secundarios que podrían justificar por sí mismos la existencia de una película. Dos momentos únicos que convierten en una obligación el visionado de Amor a quemarropa. Frente a la desesperación de la maltratada Alabama, frente a justa ira de su venganza, visceral y cruel, una imagen, la del bueno de Dennis limpiándose la sangre del labio; dejando de sonreír sólo un segundo, cuando sabe que ya ha ganado, que tiene su pasaporte a la muerte.(Mientras el viento sople)

"Así son las cosas, pero no olvides que pueden ser distintas." Clarence
FA 4189

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