El arte se enconde en cada esquina y a veces, muy seguido,
lo dejamos escapar entre las cosas que nos tocan a la puerta cada día.
Esperé más de una década en frente de televisores y listados de cine-clubs para
ver una peli que me atraía poderosamente por su nombre ya desde niño: Los
modernos. Al fin cayó en mis manos y entonces fue el temor. La meto en el
reproductor o no? espero a saber algo más sobre ella? Nunca quise saber nada de
este film; quise permanecer ignorante hasta verla y valió la pena. No pude
verla en su tiempo pues no tenía la edad mínima. Todavía sospecho mí minoría de
edad para este tipo de argumentos pero, aún así, hubo que medírsele. Quedé
estupefacto. Tanto tiempo entre libros y gente que sabe de arte y literatura
pero nadie me habló jamás de ella. Los modernos es sin duda una oda a esa
generación de entreguerras que hizo más luminosa pero decadente a París. Es un
entremés para entender el arte moderno y las vanguardias que se gestaron en
estas calles de bohemia y desazón a principios de siglo. Llena de estética
hasta el hartazgo, esta historia lo deja a uno con ganas de que el carrete no
se acabe nunca; que nos siga contando y enseñando cosas. Sencilla pero
impecable, Los modernos anidará en quien pueda verla; esa sensación de
que el tiempo no le pasó factura a la historia y que como relato es
deliciosamente infiel a la verdad y por eso es Cine. Qué digo, literatura que
pasa rápido frente a mis desacostumbrados ojos.
Por Alejandro Torres.
FA 4768
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