La Boyita
del título es una casa rodante pequeña, con forma de burbuja, que se deja
imaginar flotando en medio de un mar agitado. Está quieta, sin embargo, en el
jardín de una casa de pueblo, una maceta gigante que no pierde, al menos para
la niña llamada Jorgelina, su cualidad de refugio, de amparo frente a la vida
adulta que se avecina. Julia Solomonoff vuelve a contar una historia de
hermanas pero así como produce un equívoco desde el título del film (el cuento
empieza cuando la Boyita
queda atrás), también lo hace desde la tensión interna entre los personajes, en
la que gravita Jorgelina, mientras su hermana mayor, Luciana, aparece poco y
siempre del otro lado de una puerta que la pequeña preferiría no trasponer. El
último verano de la Boyita
es un gentil y muy preciso relato de, diríase, pre-iniciación, que remite por
momentos a grandes hitos de directoras argentinas de los últimos tiempos
(Martel, Carri, Puenzo), pero que termina levantando vuelo hacia otro lugar por
haber encontrado en cierta melancolía estival y en una bienvenida falta de
énfasis su energía vital.
FA 4804
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