El ojo salvaje
The Savage Eye es un drama que integra materia
documental como parte esencial de su relato, un viaje oscuro a través de la
vida urbana de los EEUU en la década del 50. Judith, una mujer recientemente
divorciada, baja de un avión buscando recomenzar su vida y sostiene un diálogo
con un ser inmaterial que de pronto la interpela. Revolviendo entre los jirones
de una autobiografía, las sombras de deseos y de frustraciones, ambosrecorrerán
las calles de Los Angeles y se cruzarán con sus extraños moradores, un
amplio espectro que va desde diseñadores de moda hasta fanáticos religiosos.
Todos los sombríos, triviales y desesperados rostros de ese mundo se convierten
en un espejo para los fracasos personales y el empeño de Judith por empezar una
vida nueva.
The Savage Eye es un film olvidado, una perla
desconocida del cine norteamericano, una obra rodada con total independencia y
que anuncia en algunos de sus aspectos a ese nuevo Hollywood que tardará aún
ocho años en aparecer. Un proyecto fuera de serie tanto por la historia de su
concepción como por su increíble libertad formal.
En los años 50, la fortaleza de Hollywood se resquebraja. El
lugar del cine en la cultura popular resulta amenazado por la influencia
creciente de la televisión, pero los estudios siguen aferrados a un sistema de
producción y a elecciones artísticas que van a llevarlos a un callejón sin
salida, y esto ya desde 1960. Hollywood cree que responder con gigantismo al
tamaño de los televisores resolverá todos los problemas (Los diez mandamientos en
1956, Ben-Hur en 1959), pero no comprende que la revolución operada
por la televisión no es más que un tema de accesibilidad en los hogares. Forma
y contenido están en permanente mutación, y la industria cinematográfica se
revela incapaz de tomar nota del cataclismo que se anuncia. Sintiendo que acaba
una era, hay quienes experimentan, se liberan de las reglas clásicas y realizan
obras libres, audaces, locas, todo fuera del sistema de los estudios. The
Savage Eye se cuenta entre esos films. Su rodaje comienza en 1956, como
para tomar el relevo directo de Little Fugitive(1953), otra obra colectiva
e independiente, y concluye en 1960, cuando Cassavetes tomará a su vez la posta
con Shadows.
The Savage Eye nos hunde en un Los Angeles inédito, una
ciudad vulgar, arrogante y fanática. Cuando Ben Maddow escribió la primera
versión del guión, tuvo la idea de describir la ciudad a la manera de William
Hogarth, un pintor inglés del siglo XVIII que, en la tradición del satirista,
retranscribía de manera violenta y feroz la vida de la urbe. Se agrega pronto
la idea de una construcción concéntrica que reproduciría los siete círculos del
Infierno dantesco. Al inicio del film Judith cae del cielo (desciende de un
avión) y su recorrido la lleva hacia las profundidades de la ciudad. Hay mucha
ironía hacia la religión y hacia la idea de pecado original en el discurso
poético de aquel que podría ser su ángel guardián.
La mirada que lanza el film sobre los EEUU se halla
totalmente desplazada de la visión habitualmente transmitida por su cine. Es la
mirada de una mujer que ha sido puesta al margen y que de pronto mira a su país
y a sus compatriotas con nuevos ojos.(...) El film ve a Los Angeles como una
"tierra yerma", develando su arquitectura pretenciosa y arrogante,
poniendo en escena la contaminación, la mugre y el mal gusto. The Savage
Eye nos sumerge en una ciudad asfixiante y decadente, aplastada por un sol
de plomo que podría ser percibido como un castigo divino. Una ciudad agotada
culturalmente, cuya población se vuelca a los juegos circenses modernos (la
alucinante escena del catch), a un fanatismo que linda con la histeria
colectiva (la no menos alucinante escena en la iglesia) y al consumo, sobre
todo de sexo, lo que no hace menos que poner en primer plano la hipocresía de
una sociedad profundamente psicótica.
The Savage Eye da así cuenta de unos EEUU que han caido
en la era de la duda, de la paranoia y del miedo. La sociedad está pulverizada,
el gran sueño de unidad vuela en pedazos. El film da cuenta de esta sensación
de implosión por la fragmentación de su puesta en escena y por la
desestructuración narrativa, una construcción que responde también a la
sensación que tiene Judith de ver su vida desgarrada en mil pedazos. Judith,
Los Angeles, los EEUU, el film, todo está despedazado, fragmentado. Sonido e
imagen están casi siempre desincronizados: ya nada coincide, ya nada tiene
sentido.
El film trabaja así sobre múltiples niveles: es a la vez
pura ficción, una obra experimental y, al mismo tiempo, testimonio documental
que enfoca la realidad norteamericana de fines de los años 50. El film arranca
trozos de realidad y los integra en su ficción. Las numerosas escenas
callejeras fueron filmadas sin preparación, en vivo, sin autorizaciones, a
la manera del cinéma vérité. Estas imágenes impactantes,
espléndidas, chocantes y terribles fueron recolectadas por Joseph Strick en un
lapso de cuatro años. Tres camarógrafos vinieron a ayudarlo puntualmente,
durante su tiempo libre, los fines de semana. Jack Couffer y Haskell Wexler
eran ambos directores de fotografía de gran prestigio.
The Savage Eye es una obra milagrosa. Todo en el film
sorprende, deja atónito: la forma híbrida entre documental y ficción, el choque
de la poesía alucinada de la voz off con la trivialidad de las
imágenes, los relámpagos experimentales, el diálogo inédito entre el film y su
personaje, la ósmosis perfecta entre el discurso y la forma, la violencia con
la que retrata a la sociedad norteamericana. Se podría utilizar con este film
tantos otros calificativos de los que tan a menudo se abusa: film de culto,
OVNI, meteorito... Pero hay uno que le cabe a la perfección: obra maestra.
Se exhibió en Montevideo en 1965 bajo el título El ojo
salvaje, ignoro si llegó a estrenarse en Buenos Aires, sospecho que no. No
recuerdo de dónde salió esta copia pero hay que estarle muy agradecido al que
la puso a circular. Subtítulos franceses dePierre Billard. Los castellanos son
traducción de un servidor a partir de aquéllos y de la banda de sonido cuando
esto fue posible.
Diría que puede verse como vaga precursora de Las alas
del deseo por ciertos detalles que tiene: la voz off de ese
ángel guardián/narrador/exterminador que interpela, cierta oscuridad infernal o
terrorífica en su transcurso que sólo mengua hacia el final cuando cristaliza
una suerte de yo poético compartido que instala la idea de promesa. Más allá de
esa salvedad final no dudo en calificarlo como uno de los films más despiadados
que yo haya visto.
FA 4758
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