martes, 5 de junio de 2012

Werner Herzog - Wo die grünen Ameisen träumen (1984)


Donde sueñan las verdes hormigas 
En un remoto desierto de Australia, viven dos tribus aborígenes, los Worora y los Riratjingus, que se esfuerzan denodadamente por conservar una cultura de cuarenta mil años de antigüedad, con sus costumbres, ritos y leyendas sobre la creación del hombre y la naturaleza. El conflicto surge cuando un consorcio minero se propone extraer uranio dentro de su territorio, en un lugar sagrado para ellos llamado "Donde sueñan las hormigas verdes". Es la rebelión del mundo del espíritu contra una civilización groseramente materialista que lo quiere todo y que no comprende nada. 
El hombre blanco no respeta lo conocimientos ni las tradiciones de cuantos llama salvajes. Mientras porta el estandarte de su civilización como la más justa forma de concebir la vida, ese hombre blanco destruye culturas y vidas humanas. Carece de sensibilidad para entender otra formas de percepción: ha leído cuantos libros él mismo ha escrto, decidiendo que en ellos se conserva toda la sabiduría posible. Nada le importa la sabiduría que anida entre esos supuestamente salvajes.Werner Herzog ha realizado Donde sueñan las verdes desde ese punto de vista. Sitúa dos tribus aborígenes australianas frente al grupo de técnicos europeos que debe explotar el terreno que habitan en busca de un preciado uranio. Los indígenas tienen sus propios símbolos, su forma de entender el paisaje, los ruidos y los horizontes. Nada tienen que ver esos conceptos con los que al hombre blanco le importan. Son pacíficos y, por tanto, no luchan con los medios que aportan los blancos. Son hombres que sueñan, o que heredan los sueños de otros como si fueran suyos. De alguna manera sufren idénticas sumisiones a las que los hombres blancos les aportan. Por tanto, defienden las que conocen.
Algunos de los técnicos europeos comprenden la postura de los aborígenes. Otros, en cambio, las rechazan, con la estúpida presunción de cuantos comulgan con la propaganda oficial: "Si mi país está en la órbita de los poderosos tiene la razón absoluta; yo soy mi modelo, luego soy el mejor".
Donde sueñan... fue presentada en el último festival de Cannes. La expectación por conocer la más reciente película de Herzog fue paralela a la breve decepción que produjo su trabajo. Cierto es que cuanto la película presenta responde a la mentalidad de los espectadores. Pero tan cierto como su búsqueda entre los reales rostros de las víctimas australianas, su afán por conectar con una clara representación de esa realidad cotidiana que ni siquiera es registrada en la nómina de los colonialismos sensibilizó a los espectadores sólo en su planteamiento.
Aun cuando las imágenes de la película alcancen una evidente belleza con las expresiones vivas de los auténticos protagonistas, su modélica resistencia y su seductora mística, la película daba la impresión de abundar en lo obvio. Las circunstancias dramáticas del filme no participan de la sorpresa de otras obras de Herzog, un autor tan personal como a veces hermético. La fascinación que pueden provocar algunos de sus planteamientos (También los enanos empezaron pequeños, Aguirre o la cólera de Dios, El enigma de Gaspar Hauser, Nosferatu, Fitzcarraldo ... ) se repite, ciertamente, pero sin la ambigüedad anterior.
El aspecto documental de Donde sueñan las verdes hormigas es una prueba de la honradez del autor, tan cautivado por la realidad que filma como presuntamente debe de estarlo el espectador. Es lícito y admirable que un cineasta de estética tan personal rompa con sus adjetivos habituales, aunque sólo sea en cierto modo. Sólo es reprochable que no haya investigado en descripciones nuevas. Cuanto se contempla en los 100 minutos de proyección compromete e interesa. Sólo que, concluida la muestra, el enriquecimiento puede parecer menor de lo que en Herzog era de suponer. A juicio de muchos, Donde sueñan las verdes hormigas era lo conocido sobre lo obvio. (Diego Galán, tomado de El País)
"La gente muchas veces me dice que todos mis personajes protagonistas son lo que se llama marginales o outsiders, pero yo siempre he creído que una figura como Kaspar Hauser no era un outsider. Él está en el centro; él se las arregla para conservar su impoluta dignidad humana mientras todo el mundo a su alrededor parecía ser tan horriblemente condicionado. Esta gente, transformada como está en cerdos domesticados o miembros de la sociedad burguesa, son los bizarros, no Kaspar."Werner Herzog
FA 4760

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