martes, 5 de junio de 2012

Vilgot Sjöman - Syskonbädd 1782 (1966)


Mi hermana, mi amor
Suecia, 1782. Jacob, un joven noble, alocado y algo vehemente, retorna de sus estudios en Francia. Después de su ausencia, le alegra volver a su hogar, pero le hace más feliz reencontrarse con su querida hermana Charlotte. Sin embargo ésta se ha prometido al barón Alsmeden, hombre de gran influencia en la corte, lo que despierta en Jacob un sentimiento parecido a los celos...
Hay que reconocerlo, tras ver "Mi hermana, mi amor" uno tiene que rendirse ante la evidencia y saber constatar que Vilgot Sjöman (del cual ya vi anteriormente "Soy curiosa: Azul") era un cineasta inteligente, uno de esos tipos que cuando cogían la cámara sabían que hacer con ella, pues todos y cada uno de sus planos están repletos de una intencionalidad increible, son planos que nos cuentan algo indirectamente, que nos hablan sobre sus personajes, sobre sus relaciones, y todo ello sencillamente colocando la cámara en un lugar u otro.(...)


Una pieza isabelina (J. Ford: “Lástima que sea una puta”, 1623) da base al relato. Sjöman lo sitúa en el XVIII, reinado de Gustaf III: la Iglesia en declive y la sociedad en busca de emancipación racionalista. ¿Qué hacer con los impulsos turbios, lo antes prohibido? La amenaza clerical ha perdido vigor. No hay dios terrible repartiendo premio y castigo.
Entre los criados, énfasis sobre un pobre idiota, fruto de una relación prohibida, mordazmente etiquetada como inmaculada concepción, obra del Espíritu Santo. La cámara desmenuza un lienzo renacentista, una ‘Anunciación’: arcángel, rayo, paloma, Virgen.
El castigo a las transgresiones marca recurrente el ritmo temático del drama. Hay más casos en el entorno, se duda a hurtadillas. Los curas ya no asustan pero no está claro lo impune de la nueva libertad.
La pugna entre moralidad e impulsos primarios podría densificar, pero la parte textual está muy simplificada en diálogos concisos, y lo visual es rico y elocuente, gracias en parte a los actores, que aguantan muy bien tantos primeros planos (algunos se llenan con la belleza de Bibi Andersson).
Los años como ayudante de Bergman se notan: potente foto en B&N; plasticidad de rostros y paisaje, circulación de las miradas; espejos y reflejos, velas y ventanales, penumbra de interiores y crepúsculos.
Pero, aparte lo estilístico, la tensión de Bergman tiene que ver con búsquedas y perplejidades místicas, y la de Sjöman con tribulaciones terrestres, poder y sexo.
El polifacético Sjöman (novelas, ensayos, teatro y radio) buscaba agitación e impacto.
En “491” (1964) adaptó una novela recibida con escándalo por ataques a la autoridad e inclusión de homosexualidad y zoofilia. En “El vestido” (1964), una viuda y su hija adolescente se disputan al mismo hombre. En “Soy curiosa” (1967), unos pocos desnudos acarrearon al film reputación de pornográfico y prohibición en varios países. Cuando planeó “Mi hermana…” era consciente de la atracción de público y actores hacia el tabú. Estaba de actualidad en Suecia el caso de una pareja de hermanos cuyo hijo custodiaba el Estado. Sjöman retrotrajo el debate a una época aún de aristócratas y campesinos, de balbuceos democráticos, de confusión acerca de los límites a respetar, y quiso dar a la historia aires de tragedia, con fatalidad y muerte. (Filmaffinity)
"Es la película más grandiosa de la historia del Cine." Ingmar Bergman


Completamente de acuerdo, una de las pocas películas que después de verla la repites, la repites, la repites, la repites..., y nunca llegas a adivinar que es lo que te engancha a ella. Lo dicho una obra de arte sin intención de serlo, algo que surge de la genialidad creativa sin saber como.

Sólo dos palabras: Bibi. Andersson.
FA 4757

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