Mi hermana, mi amor
Suecia, 1782. Jacob, un joven noble, alocado y algo
vehemente, retorna de sus estudios en Francia. Después de su ausencia, le
alegra volver a su hogar, pero le hace más feliz reencontrarse con su querida
hermana Charlotte. Sin embargo ésta se ha prometido al barón Alsmeden, hombre
de gran influencia en la corte, lo que despierta en Jacob un sentimiento
parecido a los celos...
Hay que reconocerlo, tras ver "Mi hermana, mi
amor" uno tiene que rendirse ante la evidencia y saber constatar que
Vilgot Sjöman (del cual ya vi anteriormente "Soy curiosa: Azul") era
un cineasta inteligente, uno de esos tipos que cuando cogían la cámara sabían
que hacer con ella, pues todos y cada uno de sus planos están repletos de una
intencionalidad increible, son planos que nos cuentan algo indirectamente, que
nos hablan sobre sus personajes, sobre sus relaciones, y todo ello
sencillamente colocando la cámara en un lugar u otro.(...)
Una pieza isabelina (J. Ford: “Lástima que sea una puta”, 1623) da base al relato. Sjöman lo sitúa en el XVIII, reinado de Gustaf III:la Iglesia en declive y la
sociedad en busca de emancipación racionalista. ¿Qué hacer con los impulsos
turbios, lo antes prohibido? La amenaza clerical ha perdido vigor. No hay dios
terrible repartiendo premio y castigo.
Entre los criados, énfasis sobre un pobre idiota, fruto de una relación prohibida, mordazmente etiquetada como inmaculada concepción, obra del Espíritu Santo. La cámara desmenuza un lienzo renacentista, una ‘Anunciación’: arcángel, rayo, paloma, Virgen.
El castigo a las transgresiones marca recurrente el ritmo temático del drama. Hay más casos en el entorno, se duda a hurtadillas. Los curas ya no asustan pero no está claro lo impune de la nueva libertad.
La pugna entre moralidad e impulsos primarios podría densificar, pero la parte textual está muy simplificada en diálogos concisos, y lo visual es rico y elocuente, gracias en parte a los actores, que aguantan muy bien tantos primeros planos (algunos se llenan con la belleza de Bibi Andersson).
Los años como ayudante de Bergman se notan: potente foto en B&N; plasticidad de rostros y paisaje, circulación de las miradas; espejos y reflejos, velas y ventanales, penumbra de interiores y crepúsculos.
Pero, aparte lo estilístico, la tensión de Bergman tiene que ver con búsquedas y perplejidades místicas, y la de Sjöman con tribulaciones terrestres, poder y sexo.
El polifacético Sjöman (novelas, ensayos, teatro y radio) buscaba agitación e impacto.
En “491”
(1964) adaptó una novela recibida con escándalo por ataques a la autoridad e
inclusión de homosexualidad y zoofilia. En “El vestido” (1964), una viuda y su
hija adolescente se disputan al mismo hombre. En “Soy curiosa” (1967), unos
pocos desnudos acarrearon al film reputación de pornográfico y prohibición en
varios países. Cuando planeó “Mi hermana…” era consciente de la atracción de
público y actores hacia el tabú. Estaba de actualidad en Suecia el caso de una
pareja de hermanos cuyo hijo custodiaba el Estado. Sjöman retrotrajo el debate
a una época aún de aristócratas y campesinos, de balbuceos democráticos, de
confusión acerca de los límites a respetar, y quiso dar a la historia aires de
tragedia, con fatalidad y muerte. (Filmaffinity)
Una pieza isabelina (J. Ford: “Lástima que sea una puta”, 1623) da base al relato. Sjöman lo sitúa en el XVIII, reinado de Gustaf III:
Entre los criados, énfasis sobre un pobre idiota, fruto de una relación prohibida, mordazmente etiquetada como inmaculada concepción, obra del Espíritu Santo. La cámara desmenuza un lienzo renacentista, una ‘Anunciación’: arcángel, rayo, paloma, Virgen.
El castigo a las transgresiones marca recurrente el ritmo temático del drama. Hay más casos en el entorno, se duda a hurtadillas. Los curas ya no asustan pero no está claro lo impune de la nueva libertad.
La pugna entre moralidad e impulsos primarios podría densificar, pero la parte textual está muy simplificada en diálogos concisos, y lo visual es rico y elocuente, gracias en parte a los actores, que aguantan muy bien tantos primeros planos (algunos se llenan con la belleza de Bibi Andersson).
Los años como ayudante de Bergman se notan: potente foto en B&N; plasticidad de rostros y paisaje, circulación de las miradas; espejos y reflejos, velas y ventanales, penumbra de interiores y crepúsculos.
Pero, aparte lo estilístico, la tensión de Bergman tiene que ver con búsquedas y perplejidades místicas, y la de Sjöman con tribulaciones terrestres, poder y sexo.
El polifacético Sjöman (novelas, ensayos, teatro y radio) buscaba agitación e impacto.
En “
"Es la película más grandiosa de la historia del Cine." Ingmar
Bergman
Completamente de acuerdo, una de las pocas películas que
después de verla la repites, la repites, la repites, la repites..., y nunca
llegas a adivinar que es lo que te engancha a ella. Lo dicho una obra de arte
sin intención de serlo, algo que surge de la genialidad creativa sin saber como.
Sólo dos palabras: Bibi. Andersson.
FA 4757
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