"Elegante y
ensimismado grabado sobre la anatomía del primer amor de preciosa cobertura
pero aún más valioso mensaje.
Con tan sólo veinticinco
años la joven actriz Mia Hansen Løve debutó en la realización con Todo está
perdonado (Tout est pardonné, 2007), un refinado filme sobre la paternidad
presentado con éxito en la
Quincena de Realizadores de Cannes. Una credencial que la
marcó como el gran valor del cine galo de autor en este comienzo de milenio.
Algo que corroboró con su segunda película, El padre de mis hijos (Le père de
mes enfants, 2009), que obtuvo la mención especial del jurado en la sección Una
cierta mirada de Cannes el año de su estreno. Un inicio de carrera ejemplar y
con cierta grandilocuencia que contrasta con el noto intimista y autobiográfico
de sus obras. Con referencias claras a la Nouvelle Vague , la
cineasta parisina ahonda en lo más profundo de su memoria como estructura
arquitectónica de su filmografía. Unos recuerdos con claroscuros que pasan de
la esencia familiar de sus dos primeras cintas a la melancólica mirada del
primer amor. Ese que marca y jamás se olvida. Esa desgarradora sensación que se
mantiene para siempre. Mención especial en el prestigioso y tradicional festival de Locarno
(Suiza), Un amour de jeunesse (2011), nos acerca con tono lírico al evocador
primer susurro del amor. Un hecho que no contiene ningún tipo de directriz o
edad pero que supone el paso definitivo del umbral de la infancia. A partir de
ese instante toda la evolución vital irá acompañada por ese convergente fondo
que marcará el ánimo y las fuerzas de nuestra existencia. Un concepto atávico,
inherente a la humanidad, que contiene un gusto amargo pero también
esperanzador. Una conmoción que siempre perdura y que Hansen Løve extrapola a
la joven Camille (interpretada de manera casi estoica por Lola Créton) tras la
marcha de su novio Sullivan (Sebastian Urzendowsky) a Sudamérica. Todo exhibido
de forma silenciosamente dolorosa, dolorosamente bella.
Un amour de jeunesse es
una alegoría articulada en una enorme elipsis que sitúa el lento desarrollo de
su protagonista. Nos muestra situaciones mil veces reflejadas en el celuloide
pero sin caer en concesiones o edulcorantes. Pese a centrarse en el dolor
mantenido de Camille su esencia va más allá de la experiencia individual,
convirtiéndose en un didáctico tratado de como el ser humano se comporta de
manera diferente ante el mismo hecho. La narración no se posiciona de ningún
lado solo emite los anhelos de dos jóvenes que luchan por la libertad. La
libertad de amar pero sobre todo la de vivir. Mia Hansen Løve y su lente captan
los diferentes ritmos y emociones de forma realista y etérea un estilo que
recuerda, salvando las distancias, al impreso por Richard Linklater en su
díptico romántico Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995) – Antes del
atardecer (Before Sunset, 2004).
Un taciturno París cobra
vida como acompañante de estas almas que se resignan a creer que el pasado
seguirá siendo eso, pasado. Un impresionante carrusel de imágenes desfilará por
nuestra retina y pese a que el ritmo o la momentánea autocomplacencia baja en
definitorios instantes el nivel, su semilla quedará impregnada en la mente de
una platea que en variante medida también sentirá esa aflicción como propia. El
plano final con el tema The Water de Johnny Flynn es el camino elegido o
inducido en todos nuestros casos. Un perfecto epílogo, todo sigue su curso sea
cuál sea. El amor como un resplandor – parafraseando levemente al maduro
profesor interpretado por un sensacional Magne Håvard Brekke – que aparece
gracias a la luz y que a su lado también acompaña la oscuridad.
FA 4808
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